sábado, 21 de junio de 2008

Un poco más huérfanos, si cabe...

Me tumbo de nuevo en esta especie de diván improvisado que me ofrece el mundo virtual. Y lo hago para quejarme, como no podía ser menos. Dice mi psicoanalista particular, Ana, que mi gran problema es que no me resigno a la pérdida. ¿Y quién lo hace? Cuando pierdo algo no monto en cólera, ni muero de melancolía, pero tampoco me acostumbro. Y eso tampoco es cierto del todo. Las pérdidas materiales me importan un comino. Lo roto se repone o se moderniza. Lo que no soporto es perder a las personas, porque cada de las que verdaderamente merecen la pena me dejan un vacío que ninguna otra puede rellenar.
Hace menos de tres años cambié de trabajo y las mezquindades del destino, o simplemente la vida, trajeron consigo la mayor pérdida que por el momento he sufrido. Pues bien, sólo la acogida de mis nuevos compañeros de trabajo, el cariño de mi familia y la lealtad de mis amigos ha conseguido que con el paso del tiempo únicamente recuerde aquella pérdida para que juntos nos echemos unas risas. Y de paso, para poder calificar sin ningún remordimiento de conciencia a la desaparecida con las melódicas cinco letras de Z-O-R-R-A. ¡Que sí, coño, que he pasado página, pero permitidme una licencia poética!
Con la familia y la mayor parte de los amigos a cuatrocientos kilómetros de distancia, ese generoso hueco que me hicieron mis compañeros cuando todavía no les podía llamar AMIGOS, fue el mayor regalo que me brindó la vida, aunque yo por aquel tiempo no fuese capaz de darme cuenta de ello. Durante 10 u 11 horas al día, el resto no importaba. Las penas eran algo que esperaba en casa, como una pérfida señora con bata de boatiné y redecilla en los cabellos que te exige que cumplas con tus deberes maritales todas las noches. En suma, un horror.
Ahora, casi tres años después, cuatro de los compañeros que me ayudaron a pasar aquel trago tan amargo vuelan hacia nuevas aventuras profesionales y vitales. Las que se merecen. Pero no por eso dejo de sentirme triste por las respectivas pérdidas. ¿Egoísmo? No lo dudéis. Primero fue Paco, maestro y líder, quizás la persona con más carisma que he conocido. Capaz de que cualquiera de nosotros nos dejásemos cortar un brazo por la absoluta confianza que nos brindaba. Luego fue Rafa. Crónica de una partida anunciada en pos de un sueño. Ojalá lo consigas, amigo. Más tarde Gema, la alegría y espontaneidad que tanta falta nos hacía.
Y ahora, es tu turno. Nos quedamos sin el único cemento que conocemos para mantener unido a este grupo de personas. Sí, ya lo sé, encontraremos otras formas de mantener la nave a flote, de limar asperezas entre unos y otros, de alguna forma supliremos la sensatez y el equilibrio que nos aportabas. Pero nunca tendrá tu marchamo. Ya nada será igual, será peor.
Te decía hoy que he aprendido de ti sobre todo dos cosas. Lo de los valencianos no es cuestión de airearlo, que luego alguno me lee y se siente aludido. Y lo de la autocensura es más que eso, es el modo en que entiendes el periodismo, con rigor pero con contundencia. Periodismo local, sí, pero con mayúsculas.
Voy a echar de menos nuestros problemas de comunicación, tener al lado a una persona con la que comparto los referentes infantiles y juveniles de habernos criado en la misma ciudad, a un jefe en el confiar, con quien debatir y confrontar opiniones, a alguien que siempre me amenace con que "hoy va ser un mal día", que no me deje decirle una palabra amable hasta que no haya terminado de leer los periódicos y el reloj marque las 13 horas, que se ría de mis chulerías y estupideces (es el personaje que me estoy creando, en opinión de Burgos), que me ayude a explorar mundos nuevos como esta blogsfera infernal que me arranca horas de sueño, a alguien que me meta en saraos sindicales y que como contrapartida le pueda taladar cada pocas semanas recordándole que la película Caro diario es un truño insufrible... a la postre, a alguien que deje todo mi periódico lleno de líneas viudas... ¡que se me pone una cosa aquí cuando lo leo mientras tomo café junto al marido de Rogelio!
Me quedo, nos quedamos, huérfanos. Nos estáis convirtiendo a Ana y a mí en veteranos cuando apenas somos unos recién llegados y no es justo. Pero sobre todo, pierdo, perdemos a un amigo irremplazable... Te has ganado ese premio que muchos otros disfrutan sin ningún esfuerzo. Te has ganado Madrid. Nunca olvides lo que dejas atrás, pero mira hacia adelante con la cabeza bien alta porque nadie te ha regalado nada, porque lo vas a hacer muy bien, como lo has hecho siempre aquí.
Buena suerte amigo!

3 comentarios:

Rocío Mendoza dijo...

Snif!

El Gato dijo...

eso digo yo, snif-snif...

María Ruiz dijo...

Te lo has ganado. Mucha suerte, campeón. Nos veremos algún día, al fin y al cabo, Graná sigue siendo tu ciudad