viernes, 21 de mayo de 2010

Circulo por la derecha

Sostiene mi amiga Mato que asistimos a la “rebelión del macho ibérico”. Y se pregunta qué nos pasa a los hombres. Voy a intentar explicar su teoría. Según ella o ellas –al parecer ha cotejado su hipótesis con sus amigas y los resultados han sido esclarecedores–, los hombres hemos dominado durante siglos las relaciones afectivas, sojuzgando a las mujeres e imponiéndoles el camino a seguir hasta hace escasas décadas en que las mujeres se han independizado y han cogido las riendas de sus vidas. Esto trasladado a nuestra generación (entre los 30 y los 40 años) ha tenido su correlativa evolución. Los tíos supuestamente dominadores y controladores de nuestras relaciones afectivas entre los 20 y los 30 (reitero, supuestamente ) calzando los cuernos a nuestras novias, decidiendo por ellas, imponiendo qué se debía hacer o dónde ir en cada momento, en suma, anteponiendo nuestra voluntad… pasamos a ser sumisos corderitos de chicas que nos han cortado las alas, que nos han puesto los cuernos, que nos han dejado o simplemente que nos han atado a su voluntad. Pero llegado un momento (concretamente el verano pasado) por no sé qué extraña circunstancia, virus o nube tóxica nos hemos rebelado contra esa tiranía femenina y ahora hacemos lo que nos da la gana, pasamos de todo, no les prestamos atención a ellas y sus necesidades o cuando lo hacemos, sólo es para acostarnos con ellas. A veces, incluso ni eso, porque por no aguantarlas ni siquiera tenemos ganas de acostarnos con ellas y nos escapamos “crudos” (el primer día que oí a una tía ‘éste se me ha escapado crudo’ no salía de mi asombro...).

Creo haber sintetizado el espíritu de la teoría de Mato pero reconozco que agregado un sesgo pretendidamente masculino (que no machista). De hecho le comenté la teoría a otra amiga, Ana, que es psicóloga y sabe mucho de estas cosas, y me dijo que es totalmente cierta. No que esté de acuerdo con ella, sino que le cuadra en el pensamiento femenino. Ellas o vosotras, como prefiráis, tenéis la sensación de que es injusto que ellos o nosotros no atendamos vuestras necesidades. A lo que podríamos responder: “¿Y qué pasa con las mías, mis necesidades?” como reclama Bruce Willis en Historia de lo nuestro.

Tengo la suerte de no hallarme enfrascado ahora en ninguna relación, por lo que nadie se dará por aludida. No me creo esa teoría. Últimamente he visto ante mis propios ojos a dos amigas que han conseguido romper sendos matrimonios para, a las pocas semanas aburrirse, no estar seguras o directamente pegársela a sus nuevas parejas cuando ya habían conseguido su objetivo, que lo dejasen todo por ellas. He visto a otras amigas afearle a sus parejas todo tipo de comportamientos naturales hasta que han conseguido agobiarle tanto que las han tenido que dejar. Y encima el malo, el egoísta y el irresponsable, es él… Conozco amigas que se atreven a imponer a sus novios que, cuando y como comer, gastar, dormir y hasta salir. Las hay con un objetivo prioritario. Cazar al padre de sus futuros hijos porque no les queda tiempo y no lo pueden ‘perder’ con una relación que no conduzca irremediablemente a la selección genética. Cada día me cruzo con chicas con novio a las que no les importa nada calentar al personal, y si encima saben que te gustan, más suben el tono de la conversación, más gestos y guiños provocan… Pero lo mejor de todo es que veo esos mismos comportamientos entre los tíos. Idénticos. Por lo que la teoría no tiene ninguna validez. Depende del lado en el que estés para que te sientas identificado con una u otra visión de las cosas. Ambas, las de los tíos y las de las tías, son miradas absolutamente miopes. No se trata de hombres y mujeres y reducir el asunto a estos términos es simplista. Hablamos de personas, muchas de las cuales ni saben ni estar solas ni acompañadas.

En un capítulo de Murphy Brown, Jim Dial, el presentador del informativo (un tío de mediana edad, blanco, clase media y declaradamente republicano, de derechas) se ve envuelto en un jaleo por una noticia que han sacado sus compañeros (superdemócratas, de izquierdas) a favor de un representante de las minorías negras, de clase baja, etc. que resulta ser un jeta de cuidado. Al final Jim, que no había participado en nada, es visto por todos como el responsable de lo sucedido sólo por su edad, color de piel, ideología y clase social. Pero en vez de comerse el marrón, se defiende y propone una metáfora (han pasado 15 años desde que lo vi, por lo que difícilmente será literal): “Yo soy de los que circulan por la derecha en la autovía, no acelero de forma abrupta ni doy frenazos en seco, no voy cambiándome de carril ni invadiendo el sitio del resto ¿y ahora soy yo el culpable del accidente sólo por lo creen ustedes que represento? Mírense a ustedes mismos, a los que tienen demasiada prisa como para dejar que el resto circule libremente”.

Me identifico con Jim. En mi vida afectiva soy tan aburrido que circulo por la derecha (no tiene nada que ver con ser conservador ni conformista, todo lo contrario). Voy a velocidad constante. No paro si no me gustan los bares que hay al lado de la carretera por mucha sed o ganas de mear que tenga. No mareo. No doy volantazos. Intento aprovechar el viento de cola pero si da de frente no reduzco la marcha. No cojo autoestopistas que se aprovechen de mí. O lo que es lo mismo. No pongo los cuernos ni permito que me los pongan, no me meto entre medias de otra relación, no hago estupideces o dejo de ser yo mismo por echar un polvo. En resumen, no mareo porque no tolero que me mareen, ni puteo a nadie porque no consiento que me puteen. ¿Pero sólo por el hecho de ser un tío de 36 años soy responsable de la insatisfacción de las chicas de entre 30 y 40? No. Que cada cual analice como circula por la autovía de la vida.
Por cierto, me encanta que mis amigas me cuenten sus teorías aunque no coincida con ellas.