jueves, 31 de julio de 2008

¿Tanto cuesta ser una persona libre?


Gilipollas hay en todos los colectivos. A ver si somos más "personas" libres y estar menos ideologizados. Los que me conocéis, sabéis que últimamente no me identifico con ningún partido político. No me gusta ninguno y reconozco la labor de todos como garantes de la democracia. El único "dogma" político merecedor de cierto respeto son unas reglas de juego claras, previas a la discusión política e iguales hacia todos. Unas reglas que permitan la participación de todos, sin excepción. Ricos, pobres, altos, bajos, gordos, flacos, meapilas, ateos, monárquicos, republicanos, españolistas, catalanistas, vascos... Tengo amigos nacionalistas españoles y nacionalistas catalanes. Disfruto con todos ellos del debate y la discusión.
Pero hoy me he indignado con una noticia que salía en los diarios. Un soplapollas que vive del dinero público de ser concejal ha colgado en su blog un anuncio ofensivo con los extremeños, con la infancia y con los desfavorecidos. Ahí es ná. Y se define como ecosocialista.
Todo esto me suscita una reflexión. Siempre he considerado que de palabra se puede decir todo, incluso lo más estrambótico, delirante o incluso ofensivo. Por eso las democracias permiten que bajo su paraguas funcionen grupos xenófobos, racistas, fascistas, ultracomunistas, teofilos... que en definitiva sólo trabajan para desestabilización del propio sistema. En la sensatez de la gente está la única garantía de que esa gente nunca llegará a gobernar. Si no consideramos a los ciudadanos como entes autónomos capaces de pensar por sí mismos sin necesidad de ninguna tutela, la democracia no sirve de nada. Bastaría con que nos entregásemos a un gobernante absoluto y totalitario que, como un "buen padre", pensase qué es lo mejor para nosotros.
El único límite a esta libertad total de expresión es el estado de Derecho. Lo son esas leyes que nosotros, los ciudadanos, nos hemos dado a través de nuestros representantes políticos -quienes las aprueban o derogan en los parlamentos una vez ha funcionado ese juego democrático de su propia elección-. No existe una ley natural, fija e inmutable. Tenemos las leyes que queremos y si entre todos decidimos que no se pueden colgar en internet ironías alusivas a la pobreza de algunas regiones, pues no se cuelgan y punto. Y si se cuelgan, que cada cual asuma su responsabilidad. Yo, en principio, creo que la libertad de expresión está por encima del dolor de las víctimas de los atropellos que ésta genera, pero es sólo una opinión.
En suma. Al artífice de esa "ironía" con los extremeños sólo me resta decirle que su lengua (la que habla con su madre) tiene para mí el mismo valor que las sevillanas para los andaluces o el chotis para los madrileños (algo por lo que algún político tuvo que pedir disculpas). ¿Qué? ¿que eso es ofensivo? Bueno, pues que se lo plantee antes de ofender al resto de personas con sus gracietas. Que intente ser ser persona antes que catalanista. Que sólo así será libre.
Por si queréis leer más de la noticia:

miércoles, 30 de julio de 2008

Ronroneo sólo lleva un "erre"

Salgo a tomar unas cervezas con Rafa y me llevo a casa una fe de erratas. Y es que si descubrió que el "havel" al que me refería en abril no era otro que el "hubble", como no va a hallar demasiadas "erres" en mi "ronrroneo" gatuno... Mensaje para las mujeres que acaban de llegar a los 30 y no se encuentran (que hay muchas, por lo menos a mi alrededor): mi Cyrano particular afirma que está libre. Así que, hagan cola...

martes, 29 de julio de 2008

De olas, playas y el miedo a las medusas

Nunca me gustó organizar. Ni viajes, ni citas, ni encuentros. Y no es que se me de mal. Hay quien opina que soy un buen organizador de saraos, como cuando obligue a todos mis amigos y amigas a vestirse de romanos en mi cumpleaños. La primera vez, como nadie se lo creía, lo dejaron en una tímida aparición de sábanas para tapar sus vergüenzas y algún que otro casco con cuernos que sirvió para que nos bebiésemos los cubatas en el vaso más incómodo del mundo. En la segunda "fiesta toga", aquellas tímidas sábanas se convirtieron en uniformes de legionarios y centuriones, togas de senadores, en la dama de Elche, en Cleopatra, en Mercurio (con coloretes, pecas y alas en las sandalias...) Vaya espectáculo. De eso han pasado ya nueve años y todavía hay quien lo recuerda con alguna que otra sonrisilla malévola... Pero en términos generales, no me gusta organizar. O mejor dicho, no me gustaba. No era de los que obligaba a los amigos a ir siempre a un mismo bar o a hacer un viaje en concreto. Me gustaba y me gusta más participar que organizar. Dejaba lo de la organización para los líderes naturales. Para los tíos o las tías con carisma, que hay en cualquier colectivo humano, y sobre todo, en las pandillas de amigos que acaban de dejar atrás la adolescencia. Aquellos cuya vitalidad arrastra a los demás a su terreno.
Me debo estar haciendo mayor. Hace dos años organicé un viaje a Ibiza y el año pasado a Cádiz (con ayuda, claro, pero me puse manos a la obra) Y este año igual con lo de Escocia. ¿No os lo había dicho? Nos vamos a Escocia, a uno de esos viajes que nunca sabes cómo saldrá pero que sin duda serán únicos en la vida. Ocho personas, dos coches y todo un país verde y lleno de castillos que recorrer, que paladear. De ruta (on the road again). De buen rollo.
Y digo que me hago mayor porque sin duda es una cuestión de madurez. Llega un momento en el que te das cuenta de que si no lo haces tú, no lo van a hacer por ti. A la gente le es mucho más fácil acudir a una fiesta en la que están invitados que organizarla ellos. A un viaje en el que le dan todo hecho que a uno en el que tengan que preocuparse de que algo pueda salir mal. ¡Pues claro que algo saldrá mal! (aunque con la racha que llevamos Gus y yo, no lo creo). Lo máximo que nos pasó cuando fuimos a Ibiza fue un pequeño encuentro con los "puerros" de la Guardia Civil. Y en Cádiz, un regreso un poco más largo de lo previsto, los doscientos kilómetros que separan Almería de Alicante y todo ello por ir cantando (berreando) como dos idiotas el "Hey" de Julio Iglesias y no prestar atención a las señales de tráfico.
Digo todo esto porque me da un poco de vértigo poner tantas expectativas en las cosas. Pero al final, si algo de ha de salir mal, saldrá mal con o sin expectativas. No se puede vivir con miedo. O te envuelves en la coraza y que nada te afecte, en un segundo plano de la foto fija; o te entregas y te dejas llevar suceda lo que suceda. No hay término medio. O sí lo hay, yo qué sé. Sea como fuere la cresta de la ola impone una sonrisa a sus devotos seguidores. Y ahora que me he comprado el bañador, una camisa hawaiana, la tabla, y sopla un levante de tres pares de cojones, no me voy a quedar en la playa tomado el sol porque haya alguna que otra medusilla en el mar. La playa siempre estará ahí. Y la pomada antiurticante, también. Las olas no. Nunca se puede coger aquella ola que dejaste pasar... Así que yo esta la cojo me lleve a donde me lleve.

miércoles, 23 de julio de 2008

In-Urbe en Alicante

Había olvidado que hace una semana, paseando por el barrio de San Francisco de Alicante me vi obligado a pararme para hacer una foto con el teléfono móvil. Desde hace cuatro o cinco años el Ayuntamiento convoca un concurso de intervenciones plásticas: "In-Urbe". Le tengo especial cariño a esta iniciativa porque, además de embellecer una ciudad con tan pocos rincones con encanto, fui el primero que habló del proyecto del concurso en un periódico, cuando por aquel entonces llevaba la sección de Cultura en Las Provincias. Sentimentalismos aparte, ¿no es espectacular encontrarte de sopetón en un callejón con algo tan sugerente como decenas de paragüas de colores que parece que flotan por el aire? ¿con tubos que enlazan dos casas viejas como si fuesen venas y arterias para seguir siempre juntas pese a que les hayan construido una calle en medio que las separa? Deberíamos pasear más por las ciudades. Sin prisa. Es sólo una sugerencia...

martes, 15 de julio de 2008

El camino A

Lo bueno y lo malo de las preocupaciones es que no duran. Sobre todo si no duelen. Incluso el dolor más punzante no dura más de unos años y ni siquiera es continúo, sino no lo soportaríamos. Si un hombres es capaz de soportar un campo de concentración salir indemne y rehacer su vida, ¿qué no somos capaces de soportar? ¿Zancadillas profesionales? ¿Desengaños amorosos? ¿Una pérdida personal o material? Por no hablar de las preocupaciones de andar por casa. Esas que, la mayoría de las veces, son cuestión de un día como los periódicos. Al siguiente sirven para envolver pescado. Claro que por suerte ni el pescado se envuelve ya en páginas de periódicos. Mucho menos las preocupaciones.
Hace una semana me debatía entre seguir dos caminos diferentes y por lo que parece la decisión está tomada. Seguramente, sin ser consciente tomé el camino A. Y es que uno es como es y hace las cosas en función de como ha sido educado, de sus experiencias pasadas y de ver como otros hacen el imbécil estrellándose una y otra vez con la misma piedra. Por eso me pregunto: ¿En realidad elegimos cómo actuar o cuando sopesamos cómo hacerlo ya tenemos la decisión tomada?
Una vez leí que el ser humano toma las decisiones en un proceso mental previo a darse cuenta de que ha de elegir entre varias alternativas. Que elegir, como nos parece que hacemos, no es nada más que la forma que tiene nuestro cerebro de refrendar una decisión ya tomada, de darle un sentido. Por así decirlo, de traducir a un idioma que podamos entender previas combinaciones químicas y eléctricas; ese resultado final de neurotransmisores y las neuronas trabajando, como diría un murcianico "a pijo sacao". Intrigante, ¿verdad? Más que intrigante, descorazonador...
No tengo ni idea de cómo se mide eso. Supongo planteando al sujeto de prueba varias incógnitas y midiendo lo que se expande o contrae el cerebro, la temperatura que alcanza en determinadas zonas... Si estas consecuencias se producen antes de que el cobaya humano comience a ser consciente de que está pensando acerca del problema propuesto es que la elección o la decisión tomada es previa al proceso mental... En cualquier caso yo quiero pensar que tenemos la capacidad de sospesar, madurar los argumentos, entrar en debates internos con nosotros mismos y también, de elegir entre dos o más opciones... Quiero pensar que elijo el camino correcto. Esta vez, el A.

lunes, 7 de julio de 2008

Decisiones que tomar...

Atravieso por una de esas situaciones raras que te impone la vida. El sábado pasado, cuando me quejaba a mis amigos Jorge y Carol de alguna que otra decepción, Jorge esgrimió para animarme la teoría de las cosas que puedes o no puedes controlar. Él sostiene que en la vida sólo podemos controlar un 10% de las cosas y el 90% escapan de nuestro control. Así que debemos empeñarnos en solucionar lo que corre de nuestra cuenta y dejar que el resto siga su curso natural. Parte de la premisa de que en el origen de las cosas que nos afectan es donde podemos actuar y que las consecuencias que se siguen de esa actuación son incontrolables. De una correcta actuación se seguirán consecuencias positivas y de una actuación equivocada, negativas. Desde luego no es tan fácil, porque a veces no nos encontramos en el principio de esa supuesta cadena de hechos, pero me recordó la sentencia china de "Si tu mal tiene remedio, por qué te preocupas; y si no lo tiene, de qué te afliges". Lo cual viene bien cuando sabes si tiene o no tiene remedio, pero no sirve de nada cuando ignoras ese resultado final.
Y en esas estoy. Aparentemente mi problema tiene remedio, pero tampoco puedo estar muy seguro. En el mejor de los casos mi éxito depende de tomar uno u otro camino radicalmente opuestos. El camino A es el de la confianza, el de la lealtad y el deber. El camino B es el del recelo, la picardía y el orgullo. Explicados así, si yo tuviese que aconsejar a otro no dudaría en hacerle ver las ventajas de la senda A. Pero, ¿y si ese camino no conduce al lugar buscado? ¿y si es el B? ¿valoramos el objetivo o el proceso seguido hasta llegar a él? En suma: ¿existe algún objetivo que merezca la pena tanto que seamos capaces de renunciar a nuestros valores? Pues ahora está claro que no... pero, ¿y en el futuro? ¿Y si ese objetivo que ahora no merece la pena es solo la puerta a otros objetivos mucho mayores? ¿y si se cierra por una decisión ingenua y equivocada? ¿nos quedaremos con la duda?
Más aún, ¿quién puede decir que puestas en una balanza la confianza es intrínsecamente mejor que el recelo? ¿o que el deber ético es mejor que ser pícaro? ¿o que la lealtad es más positiva que el orgullo? Depende para qué. El recelo es un mecanismo de supervivencia que nos hace estar alerta frente al peligro... El orgullo tiene mucho de lealtad hacia uno mismo, un valor nada desdeñable. Al final se trata de tomar decisiones, aunque sólo sean 10% ese al que aludía Jorge.

jueves, 3 de julio de 2008

Julio

Para cada persona los meses tienen unas connotaciones diferentes. Hay algunos que ni siquiera te dicen nada. Están ahí porque tiene que haber 12, pero pasan cada año sin pena ni gloria.
Julio no es uno de ellos. Por lo menos no para mí. Julio es el mes de las expectativas, del comienzo del verano en el que todo puede pasar. Cuando era pequeño, y teniendo en cuenta que mi padre siempre cogía las vacaciones en agosto, julio era un mes de transición hacia lo que estaba por venir. Había veces en las que me aburría muchísmo. Con el tiempo te das cuenta que el aburrimiento es un lujo que no te puedes permitir. Siempre hay cosas por hacer. Leer ese libro, pintar ese cuadro o ese casco, arreglar el jardín, limpiar la cadena de la moto, colgar esa bola de espejos en la bodega, organizar la música de tu iPod, salir a correr, pasear, nadar, ir a bucear a La Coveta, quedar con ese amigo que hace tiempo que no ves, tumbarte en la playa a tomar el sol, hacer esa excursión que siempre dices que harás cuando llegue el buen tiempo... Pero cuando era pequeño había veces en que me aburría soberanamente. Sobre todo en esa edad de los 10 o los 11 años en que los juguetes empiezan a perder vida, en la que montar una batalla entre clics de diferentes contextos y épocas comienza a ser un pasatiempo poco creíble y ves que se van acortando los momentos de diversión en soledad en proporción a la imaginación que podías llegar a desplegar.
Pasado ese momento julio volvió a tener sentido. Era el momento expandir la sociabilidad y yo encontré mi hueco en el mundo de la adolescencia en dos pandillas de amigos. Por un lado, la de Monte, una urbanización en la que mis padres habían construido su chalé para poder huir del estío madrileño. Por otro, la pandilla de agosto, en el apartamento de mis abuelos en la playa de San Juan. Incluso no llegó a ser una regla fija, sino que variaba con los años... Y entonces llegaron los grandes julios y los grandes agostos. Por suerte, más de 20 años después todavía conservo casi intactas (digamos que "evolucionadas") mis amistades en sendas pandillas.
Pero a lo íbamos, hubo julios grandiosos como aquel en el que a todo el mundo le dio por aprender (con clases incluidas) a tirarse en el trampolín de la piscina de Monte. Cuando Bolo Feroz calzaba unas converse blancas más grandes que él. Cuando hacíamos las excursiones en moto hasta el Torote... Eran los julios de las fiestas de la cerveza, de las fiestas en Caraquiz, de jugar al mentiroso en las mesitas, al futbolín en aquel bar de carretera que estaba al lado del Charlot y al penúltimo en en cualquier garito de mala muerte. Hoy El Casar tiene hasta un canal de TV: http://www.mogulus.com/elcasartv. Increíble! Fueron tantos que es imposible resumirlos en un párrafo... Algunos más especiales en los que hubo acampadas multitudinarias en La Pedriza, escapadas míticas al Tropic Costa o incluso dos viajes en moto a Faro, en el sur de Portugal (por no hablar de 1999, si me seguís ya sabéis la fijación que tengo con ese año en que fui feliz).

Y después de aquello llegaron los agostos en la playa... pero para eso ya habrá tiempo este verano. Hoy es el día de reivindicar el mes de julio, y todas las puertas que abre en mis recuerdos y que deja francas para el futuro inmediato.

Julio

miércoles, 2 de julio de 2008

Pastelazo

Acabo de tragarme un pastelazo de esos que hacen época. Bueno, algunos ya conocéis lo que les gusta maullar a los siameses sin pedigrí de forma desconsolada algunas noches. Y eso que de esta peli ni siquiera había oído hablar, a pesar de esa afición que ni yo mismo entiendo.
Lo suyo sería que ahora dejase para la eternidad (virtual, por supuesto) unas cuantas palabras acerca del amor y el desamor... pero eso sería muy fácil después de que el Wong Kar Wai (del que tampoco había oído hablar en mi vida) me haya dado la inspiración. Lo mismo escribo sobre lo que no debo o sobre quien no debo. Es más, seguro que escribo cosas que a nadie le importan.
Así que estoy dispuesto a vencer la tentación insana. Y para ello nada mejor que seguir en la cresta de la ola e imaginarme que quien me ha regalado este dvd pretende mandarme mensajes ocultos grabándome este tipo de películas sin saber que me encantan los pastelazos. A primera vista no doy el perfil. Así que gracias, M.... Seguro que esta noche soñaré con tartas de arándanos con crema de helado y música de Norah Jones. Y puede que con otras cosas todavía más dulces.