jueves, 3 de julio de 2008

Julio

Para cada persona los meses tienen unas connotaciones diferentes. Hay algunos que ni siquiera te dicen nada. Están ahí porque tiene que haber 12, pero pasan cada año sin pena ni gloria.
Julio no es uno de ellos. Por lo menos no para mí. Julio es el mes de las expectativas, del comienzo del verano en el que todo puede pasar. Cuando era pequeño, y teniendo en cuenta que mi padre siempre cogía las vacaciones en agosto, julio era un mes de transición hacia lo que estaba por venir. Había veces en las que me aburría muchísmo. Con el tiempo te das cuenta que el aburrimiento es un lujo que no te puedes permitir. Siempre hay cosas por hacer. Leer ese libro, pintar ese cuadro o ese casco, arreglar el jardín, limpiar la cadena de la moto, colgar esa bola de espejos en la bodega, organizar la música de tu iPod, salir a correr, pasear, nadar, ir a bucear a La Coveta, quedar con ese amigo que hace tiempo que no ves, tumbarte en la playa a tomar el sol, hacer esa excursión que siempre dices que harás cuando llegue el buen tiempo... Pero cuando era pequeño había veces en que me aburría soberanamente. Sobre todo en esa edad de los 10 o los 11 años en que los juguetes empiezan a perder vida, en la que montar una batalla entre clics de diferentes contextos y épocas comienza a ser un pasatiempo poco creíble y ves que se van acortando los momentos de diversión en soledad en proporción a la imaginación que podías llegar a desplegar.
Pasado ese momento julio volvió a tener sentido. Era el momento expandir la sociabilidad y yo encontré mi hueco en el mundo de la adolescencia en dos pandillas de amigos. Por un lado, la de Monte, una urbanización en la que mis padres habían construido su chalé para poder huir del estío madrileño. Por otro, la pandilla de agosto, en el apartamento de mis abuelos en la playa de San Juan. Incluso no llegó a ser una regla fija, sino que variaba con los años... Y entonces llegaron los grandes julios y los grandes agostos. Por suerte, más de 20 años después todavía conservo casi intactas (digamos que "evolucionadas") mis amistades en sendas pandillas.
Pero a lo íbamos, hubo julios grandiosos como aquel en el que a todo el mundo le dio por aprender (con clases incluidas) a tirarse en el trampolín de la piscina de Monte. Cuando Bolo Feroz calzaba unas converse blancas más grandes que él. Cuando hacíamos las excursiones en moto hasta el Torote... Eran los julios de las fiestas de la cerveza, de las fiestas en Caraquiz, de jugar al mentiroso en las mesitas, al futbolín en aquel bar de carretera que estaba al lado del Charlot y al penúltimo en en cualquier garito de mala muerte. Hoy El Casar tiene hasta un canal de TV: http://www.mogulus.com/elcasartv. Increíble! Fueron tantos que es imposible resumirlos en un párrafo... Algunos más especiales en los que hubo acampadas multitudinarias en La Pedriza, escapadas míticas al Tropic Costa o incluso dos viajes en moto a Faro, en el sur de Portugal (por no hablar de 1999, si me seguís ya sabéis la fijación que tengo con ese año en que fui feliz).

Y después de aquello llegaron los agostos en la playa... pero para eso ya habrá tiempo este verano. Hoy es el día de reivindicar el mes de julio, y todas las puertas que abre en mis recuerdos y que deja francas para el futuro inmediato.

4 comentarios:

Feroz dijo...

Bueno, vale, de acuerdo... julio mola. Me has convencido. Es un punto de inflexión. Yo pienso que en realidad, el año termina en julio, y no en las uvas.
Por cierto, y hablando de viajes que deberíamos hacer con buen tiempo, ¿no decía Davizón de no se qué de una barbacoa toledana? ¿fueron los tekilas? ¿se lo dices tú, que tienes mas capacidad convocatoria? Por cierto, ¿macesungüeco un sábado y tayudo a poner labolalabodega?

El Gato dijo...

Querido Feroz:
1) ¿ni siquiera un pequeño comentario a lo de las converse?
2) La barbacoa toledana, tendrá que ser finales de agosto o septiembre (vacaciones)
3) Tú siempre tienes un hueco en mi casa, sólo que llamame antes por si trabajo...

Feroz dijo...

bueno, es que si hablamos de zapatillas, !!terminamos hablando de calcetines fluorescentes!! o de camisetas con orejas de cerdo, que casi es peor...
Tiene huevos la memoria que tienes... acordarte de las zapatillas...
Este domingo voy a ver a mi suegra tirarse en paracaídas (te lo juro), te doy un toque pal que viene.

Juanjo Marcos dijo...

Por mi parte, el mes más detestable es febrero. Julio mola.