jueves, 23 de diciembre de 2010

Alicatilandia, donde habitan los fenicios

REAL ACADEMIA ESPAÑOLA

DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA - Vigésima segunda edición

alicantina.

1. f. coloq. Treta, astucia o malicia con que se pretende engañar.
--------------------------------------------------------------------------------
alicantino, na.

1. adj. Natural de Alicante. U. t. c. s.

2. adj. Perteneciente o relativo a esta ciudad de España o a su provincia.

Vivo en un sitio curioso, en el que la gente se cree sus propias mentiras y encima trata de ‘colarte’ las historias bajo su prisma deformador de la realidad. Da igual que tú hayas vivido esas mismas experiencias y sepas que te están manipulando y mintiendo. Los fenicios, habitantes de Alicantilandia, juegan a su favor con el hecho de que al resto de los mortales nos da vergüenza tener que llamarles mentirosos a la cara o delante de otra gente.

Los madrileños (o cualquier otro íbero que no haya nacido a las faldas del Benacantil) tienden a justificar este tipo de comportamiento. Lo toleramos porque sabemos que los fenicios son así, que nada puede hacerles cambiar. El sonido de las chicharras ha triturado tanto sus cerebros generación tras generación que se trata de una causa perdida. Y lejos de aprender la lección y comprometernos firmemente a no volver a transigir de nuevo cuando se nos presente una situación similar, nos extrañamos de que al poco tiempo nos la vuelva a intentar ‘colar’ un fenicio.

Seguro que hay excepciones, pero todavía no he dado con ninguna de ellas encarnada en un fenicio medio normal. El culmen de la fenicidad lo viví hace una semana. Una ex compañera de trabajo con la que compartí mesa durante dos años me soltó, así, sin venir a cuento delante de otros periodistas y fuentes informativas, que ella se fue del periódico “voluntariamente” y “sin hacer ruido” porque estaba “desmotivada”. Yo no tuve valor para recordarle que antes de que se fuera del periódico se le estaba incoando un expediente porque se comprobó que copiaba artículos de otros medios de comunicación y los firmaba con su nombre. Me dio vergüenza tener que recordarle que uno de los jefes tuvo que cambiar su última información en el periódico por una página de publicidad ya de madrugada cuando, tras sospechar que nuevamente había copiado un artículo, le bastó poner el titular en google para que apareciese la noticia original firmada por otra persona como primer link. ¿De modo voluntario y sin hacer ruido? El ruido lo hizo al día siguiente, cuando vio que no había sido publicada su página y acudió a su ginecólogo para blindarse una salida medio digna culpando a la situación de haberle provocado un conato de aborto. ¿Voluntaria? Que se lo digan a quienes no pudieron echarla a la calle como se merecía… Y lo peor de todo es que me esté sintiendo culpable de exponer públicamente estos hechos vergonzantes.

Los fenicios no sólo utilizan esta táctica en el trabajo. Incluso los amigos fenicios que sólo entran en la categoría de “amigos” porque los conoces desde hace muchos años, practican técnicas alicantinas siempre que tienen ocasión. Es más, aprovechan cualquier conversación para contarte su historia de cabo a rabo aunque el íbero de turno no muestre ningún interés o quiera hablar de otra cosa o con otra persona en ese momento. En persona es muy difícil desembarazarte de un fenicio que trata de contarte algo. La única opción es involucrar a otro interlocutor en la trampa y cuando se perciba en él un mínimo interés, huir. Por teléfono es más fácil, ya que los habitantes de Alicantilandia pueden mantener un monólogo de muchos minutos sin siquiera utilizar las típicas coletillas de “¿estás ahí? ¿me oyes? ¿no? O ¿tú que opinas?”. Un cojín a mano bajo el cual se pueda introducir el teléfono te permite seguir a lo tuyo mientras el fenicio continúa con su chorrada… Por no hablar del maravilloso arte fenicio del “recule”, del “yo eso nunca lo he dicho” o del “se me ha malinterpretado”… dejando al íbero de turno en entredicho...

martes, 14 de diciembre de 2010

Días de mierda y regalos de... (no por quien los regala, quede claro)

Las Navidades nunca volverán a ser lo mismo. He tenido la suerte de creer en los Reyes, y en el engañoso neón de la alegría hasta los 37. Pero como todo en la vida, un día se acaba. Se acaban los brillos artificiales, las sonrisas forzadas que son muecas de una infelicidad soportable, y la ilusión por lo venidero. Un día, el árbol muestra su cara amarga de bolas rotas, ramas escuálidas a fuerza de dejar caer sus hojas de vinilo al salir de una estrecha caja de cartón amarillenta por eel tiempo; su celda durante el resto de los meses. Un semblante trágico plagado luces fundidas. Luces que ya sólo lucen cuando llegan las visitas con la falsa apariencia de que nada ha pasado en el año más aciago, ese que prometía ser 10 y se ha quedado en 0. 
Hoy, a mi mejor amigo, le ha dado una bofetada la vida sin merecerlo. Nada grave, espero, tan sólo un tropiezo más del que levantarse y seguir el camino. Yo intento decirle que más que un problema es una oportunidad. No por consolarle, que los hombres fuertes no necesitan consuelo sino alternativas. Pero me jode, porque no se lo merecía. Otra injusticia más que aguantar. Y acudimos a los tópicos, al "tenemos salud, que es lo importante", mientras que los malvados, los supervillanos, continúan con sus vidas como si nada hubiese pasado, y siguen colgando con sus hijos nuevas bolas en su árbol de Navidad sin pensar siquiera que sus decisiones precipitadas han llenado de incertidumbre la vida de mi amigo, la de su novia, la de su familia, y mi propia vida. E intentamos de nuevo pensar que no es tan grave y seguramente no lo es... pero jode.
Y seguimos fumando cuando deberíamos haberlo dejado hace tres días. Seguimos levantándonos a las 12 a pesar de haber puesto el despertador a las 9 para "aprovechar" la jornada. Seguimos saliendo a correr aunque sepamos que eso no hace más que agravar nuestra lesión. Seguimos malcomiedo, malbebiendo y malviviendo contando los días para que no lleguen esas Navidades en las que por primera vez ya no podré abrazar y brindar con mi padre.
Es entonces cuando llega tu jefe y te dice que tienes que volver a trabajar un día antes de lo previsto y tú con una sonrisa le dices: "Está bien, sin problema... total, no tenía nada que hacer...". Y llega el político que te iba alegrar el día con regalo tecnológico después de todo el año hablando de él, de sus cosas buenas y de sus deslices... y te dice que se acabaron los regalos tecnológicos, que mejor una estancia en una casa rural para dos personas. Y en ese momento te descubres a ti mismo que no tienes con quién compartir ese regalo, que lo habrías cambiado por un pendrive de buena gana, aunque ya tengas cinco.
Pero también piensas que todo puede ir a mejor, que a tu amigo la vida pronto le brindará una nueva oportunidad de demostrar lo mucho que vale, que tal vez dentro de dos meses esa chica que te gusta disfrutará de un cálido baño de espuma en una casa rural del siglo XIX junto a ti... Te das cuenta de que pese a que no podrás abrazar a tu padre otro año más, tendrás todo el tiempo del mundo para charlar, cenar, añorar y llorar su pérdida en familia, con tu madre y tu hermano, más que juntos... Porque lo mejor de los años malos es que sólo tienen 365 días, y a éste maldito año le quedan ya muy pocos...  

martes, 7 de diciembre de 2010

Excesiva

Mi compañero Rafa es muy dado a definir las películas, los libros o las canciones con una única palabra. Tanto es así, que de cachondeo siempre que alguien pregunta sobre tal está tal o cual película, todos entonamos a coro la sentencia: "sobrevalorada", que es como Rafa definió no me acuerdo si El sexto sentido o Mátrix... Hoy le preguntado si había visto Biutiful y me ha comentado que él no, pero su hermano --que aparte, es un tío majísimo al que conozco hace ya unos cuantos años--, le había dicho que era una película "excesiva". Eso es que, a fuerza de relacionarse con Rafa, está cogiendo lo mismo vicios.



Pues sí, es "excesiva" por todo lo que narra y como los cuenta, pero también por la soberbia interpretación de Bardem, por cómo te introduce en la historia, por la forma en la que intercala el realismo con la fantasía... Y qué historia...
Este verano en un programa de televisión entrevistaron a unas chicas que disfrutaban de un moet sobre la cubierta de un yate fondeado en Ibiza. "Hay otras vidas, pero son más baratas", afirmaba una de ellas. ¡Qué frase! He de reconocer que me daba envídia, no ella, a la que indefectiblemente con el tiempo le crecerá el culo y se le avinagrará la cara  --"o te ajamonas o te amojamas", que decía Ana--, sino el dueño del yate... Por cierto, con ese pastizal demuestra muy poca imaginación comprándose un barco a motor con lo flipante que es manejar un velero. En cualquier caso, esa chica vivía en las antípodas de Biutiful y seguramente no sabe que muy que "hay otras vidas, en las que se lucha tan sólo por la supervivencia, pero son más intensas".
Con este post no pretendo moralizar, ni mucho menos. Pero si esta película me sirve para pensar un poco en lo afortunado que soy y lo desgraciadas que son otras muchas personas, bien valen lo 7 euros de la entrada. Por muy excesiva que sea...