martes, 14 de diciembre de 2010

Días de mierda y regalos de... (no por quien los regala, quede claro)

Las Navidades nunca volverán a ser lo mismo. He tenido la suerte de creer en los Reyes, y en el engañoso neón de la alegría hasta los 37. Pero como todo en la vida, un día se acaba. Se acaban los brillos artificiales, las sonrisas forzadas que son muecas de una infelicidad soportable, y la ilusión por lo venidero. Un día, el árbol muestra su cara amarga de bolas rotas, ramas escuálidas a fuerza de dejar caer sus hojas de vinilo al salir de una estrecha caja de cartón amarillenta por eel tiempo; su celda durante el resto de los meses. Un semblante trágico plagado luces fundidas. Luces que ya sólo lucen cuando llegan las visitas con la falsa apariencia de que nada ha pasado en el año más aciago, ese que prometía ser 10 y se ha quedado en 0. 
Hoy, a mi mejor amigo, le ha dado una bofetada la vida sin merecerlo. Nada grave, espero, tan sólo un tropiezo más del que levantarse y seguir el camino. Yo intento decirle que más que un problema es una oportunidad. No por consolarle, que los hombres fuertes no necesitan consuelo sino alternativas. Pero me jode, porque no se lo merecía. Otra injusticia más que aguantar. Y acudimos a los tópicos, al "tenemos salud, que es lo importante", mientras que los malvados, los supervillanos, continúan con sus vidas como si nada hubiese pasado, y siguen colgando con sus hijos nuevas bolas en su árbol de Navidad sin pensar siquiera que sus decisiones precipitadas han llenado de incertidumbre la vida de mi amigo, la de su novia, la de su familia, y mi propia vida. E intentamos de nuevo pensar que no es tan grave y seguramente no lo es... pero jode.
Y seguimos fumando cuando deberíamos haberlo dejado hace tres días. Seguimos levantándonos a las 12 a pesar de haber puesto el despertador a las 9 para "aprovechar" la jornada. Seguimos saliendo a correr aunque sepamos que eso no hace más que agravar nuestra lesión. Seguimos malcomiedo, malbebiendo y malviviendo contando los días para que no lleguen esas Navidades en las que por primera vez ya no podré abrazar y brindar con mi padre.
Es entonces cuando llega tu jefe y te dice que tienes que volver a trabajar un día antes de lo previsto y tú con una sonrisa le dices: "Está bien, sin problema... total, no tenía nada que hacer...". Y llega el político que te iba alegrar el día con regalo tecnológico después de todo el año hablando de él, de sus cosas buenas y de sus deslices... y te dice que se acabaron los regalos tecnológicos, que mejor una estancia en una casa rural para dos personas. Y en ese momento te descubres a ti mismo que no tienes con quién compartir ese regalo, que lo habrías cambiado por un pendrive de buena gana, aunque ya tengas cinco.
Pero también piensas que todo puede ir a mejor, que a tu amigo la vida pronto le brindará una nueva oportunidad de demostrar lo mucho que vale, que tal vez dentro de dos meses esa chica que te gusta disfrutará de un cálido baño de espuma en una casa rural del siglo XIX junto a ti... Te das cuenta de que pese a que no podrás abrazar a tu padre otro año más, tendrás todo el tiempo del mundo para charlar, cenar, añorar y llorar su pérdida en familia, con tu madre y tu hermano, más que juntos... Porque lo mejor de los años malos es que sólo tienen 365 días, y a éste maldito año le quedan ya muy pocos...  

3 comentarios:

Ruth dijo...

Yo también estoy deseando que este puñetero año termine.

Anónimo dijo...

Un mal año al que decir adiós, un mal año que, sin embargo, no olvidaremos, pero seguimos porque aún quedan caídas de las que levantarse, y siempre con una mano de hermano a la que sujetarnos.

Audrey dijo...

Lo bueno de los años malos es verlos pasar. Por un lado porque sólo tienen 365 días de vida, son así de efímeros, y porque mientras los contemos, geniales o atroces, significa que estamos vivos.
Sé que no serán unas navidades fáciles, pero hay mucha gente que os quiere, que estamos con vosotros y que nos uniremos al recuerdo de el gran hombre que fue tu padre.
Mi abuela decía que para atrás ni para tomar impulso, y en los malos momentos no nos queda más remedio.
Nuestro amigo conseguirá un trabajo nuevo, porque es tenaz y constante, disfrutar de una casa rural siempre es un lujo, además, para que quieres un regalito tecnológico que, en muchos casos, no vas ni a utilizar...