lunes, 21 de abril de 2008

'Elegy'


Bien. Bueno. Vale. Otra más de la Coixet. Pero Elegy te deja igual. Ni frío ni calor. No puedes decir que hayas desperdiciado 6,5 euros, pero tampoco que hayas hecho una buena inversión. Desde luego que no es como otras de la misma directora en las que necesitas un café doble para no dormirte, pero a la postre te quedas con la misma sensación: demasiado pretenciosa para lo que finalmente aporta.
Dos horas después de salir de la sala estás como antes de haber entrado. El argumento promete: conflictos generacionales y abismos de edad, pasiones desatadas, la dialéctica entre el amor y el sexo, la culpabilidad, el miedo al compromiso, el adulterio y el pánico por envejecer. Cualquiera de ellos da para una obra maestra: Lolita, sin ir más lejos, sólo necesitó del primero para ser una referencia ineludible de la literatura universal.
Demasiadas bebidas blancas para una coctelera tan pequeña. Coixet, de nuevo, se queda en la superficie de todos estos asuntos. Los enlaza sin orden ni concierto, da saltos imposibles de uno a otro y, para terminar de arreglarlo, introduce un hecho catastrófico en la trama que a todas luces, sobraba.
¡Ah! Pero es que se llevan los finales tristes... Pues mire, señora, a veces sí y otras veces no. Basta con que sean simple y llanamente, finales; y que sean finales coherentes con el resto de la cinta, no como el suyo.
Eso sí, mucho lirismo, mucho plano grandilocuente, mucha playa invernal, mucha referencia cultural patria (reclamo manido pero que a la catalana parece que le funciona para enganchar al pseudointelectual español) y mucho flequillito en la actriz de moda, que como siempre, calladita está más guapa.
Lo mejor, de lejos, la compañía, además de poder volver a ver trabajar a Ben Kingsley y Denis Hooper, a quien se le echa de menos subido en una custom, como en los viejos tiempos...

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