jueves, 22 de septiembre de 2011

Murakami

Haruki Murakami con un gato
1Q84 y Kafka en la orilla en el mismo verano, en los últimos dos meses, es demasiado para un tipo que presume de racional, como yo. Debería ser más de Tokio blues... como diría mi compañero Paco: "que también". Pero estas otras historias me han llegado más profundamente. Y estoy encantado. En estos dos viajes al infierno que cada uno llevamos dentro me he reconciliado con la literatura contemporánea. Yo, que sólo compraba libros de un autor vivo, Paul Auster —porque a diferencia de Edu, yo sí que tengo la necesidad de comprar, subrayar, manosear y coleccionar libros—. Bueno, para ser completamente sincero de vez en cuando me doy un homenaje con Eduardo Mendoza o sucumbo ante títulos tan gatunos como Soseki...
Pues eso, que estoy intentando recuperarme de esos viajes al fondo de mis propias entrañas, tratando de encontrar el sitio para algunas piezas que no llegan a encajar en la trama, buscando significado a imágenes, metáforas y sentimientos contradictorios que realmente no tienen mucho sentido. Y de nuevo, me topo con el innegable hecho de la pérdida como variable constante en cualquier vida, de mi propia vida. Y Murakami me brinda una reflexión:


"—Cada uno de nosotros sigue perdiendo algo muy preciado —dice cuando el teléfono deja de sonar—. Oportunidades importantes, posibilidades, sentimientos que no podrán recuperarse jamás. Esto es parte de lo que significa estar vivo. Pero dentro de nuestra cabeza, porque creo que es ahí donde debe de estar, hay un pequeño cuarto donde vamos dejando todo esto en forma de recuerdos. Seguro que es algo parecido a las estanterías de esta biblioteca. Y nosotros, para localizar dónde se esconde algo de nuestro corazón, tenemos que ir haciendo siempre fichas catalográficas. Hay que limpiar, ventilar la habitación, cambiar el agua de los jarrones de flores. Dicho de otro modo, tú deberás vivir hasta el fin de tus días en tu propia biblioteca". (Kafka en la orilla)

Ahí queda eso. Pero si os parece poco, ahí va otro retazo, más gatuno:

"Un ratón se encontró con un gran gato en un desván, que lo acorraló en una esquina sin dejarle escapatoria. El ratón le dijo temblando: “Por favor, señor Gato, no me coma. Tengo que volver a mi hogar. Mis hijos me esperan hambrientos. Déjeme huir”. El gato le respondió: “No te preocupes. No te voy a comer. No se lo digas a nadie, pero yo soy vegetariano. No puedo comer carne, así que has tenido suerte al encontrarte conmigo”. El ratón le dijo: “¡Ah! ¡Qué día más maravilloso! ¡Qué ratón tan afortunado soy! ¡Mira que topar con un gato vegetariano!”. Pero al instante, el gato se abalanzó sobre el ratón, lo inmovilizó con las zarpas y le clavó sus afilados dientes en el cuello. El ratón agonizante preguntó al gato con su último aliento: “¿Pero no habías dicho que eres vegetariano y no puedes comer carne? ¿Era una mentira?”. El gato dijo relamiéndose: “No, no puedo comer carne. No te he mentido. Por eso, voy a llevarte en la boca y te voy a cambiar por lechuga”. (1Q84)

No hay comentarios: