martes, 19 de mayo de 2009

Domingo de playa

El domingo por la mañana me di el primer baño de la temporada en las cristalisnas y todavía frías aguas de la playa de San Juan. A veces me pregunto porqué emigré de mi Madrid natal... y siempre encuentro respuesta en la playa, el lugar en que fui feliz a los 10, a los 20, a los 30... y sigo siéndolo a los 35. Lo mismo da que sea dando un paseo bajo ese cielo invernal que amenaza lluvias torrenciales o tirado en verano sobre una tolla que no impide que termines rebozado de arena como una croqueta. Alicante no es la tierra prometida, es la tierra elegida (por mí), y como entiendo las elecciones como un supremo acto de autonomía, voluntad y libertad, no hay sitio mejor en el mundo (para mí) como éste.
Un domingo más desayuné mi café con leche y mi tostada con tomate y queso en el Azul a pie de playa, ojeando (y hojeando) el periódico, y como siempre, preocupado por si llevaba suficiente dinero suelto para las viandas, el diario y el tabaco. Sí, lo sé, es absurdo pero siempre llevo el dinero líquido justito (es un coñazo parar a sacar dinero con la moto, el casco, el periódico, el tabaco, la toalla... manías de uno...) temiendo que los tres euros que dejo para el desayuno no sean suficientes porque el dueño del local haya decidido que ya ha llegado el verano, y con él los madriles, es decir, la excusa perfecta para elevar la inflación en el sector de la restauración local (algún día haré un post en contra de usar el término "restauración" para hablar de restaurantes; para mí la restauración tiene más que ver con el arte o la artesanía... pero esa es otra historia). Finalmente, tras mis desvelos me tranquilicé cuando el camarero me pidió los tres euros de rigor y vi que todavía me sobraban monedas para dejarle propina, como siempre.


De ahí, a la arena en una playa en la que te da tiempo mientras te acercas a la orilla a otear el lugar en donde están los cuerpos femeninos más esbeltos y los bikinis más pequeños. Al fin y al cabo, si vas a estar al menos dos horitas bajo el sol abrasador lo mejor es tener un paisaje alrededor lo suficientemente agradable como para de vez en cuando levantar la vista de las páginas del libro (en este caso, "El asombroso viaje de Pomponio Flato", el último de Mendoza; muy recomendable para pasar un buen rato) y encontrar una razón más para pensar que Alicante es el Edén, aunque no lo sea (por razones obvias, generalmente lo alicantinos).


Ubicado, barnizado de protector solar, y tras vuelta y vuelta como un bistec poco hecho, me di cuenta de que entre la del bikini y yo se había situado el típico pesao frisando los cuarenta. Un tipo lo suficiente "definido" como para ser la envidia de los michelines de sus amigotes, pero con un cartel en la frente que le delata: "divorciado cachondón o en su defecto eterno soltero a lo Peter Pan más cerca de inspirar lástima que envidia". Y así fue.


A todo esto yo me estaba preguntando (siempre lo hago en la misma situación) porqué soy capaz de oír las conversaciones de personas que están a 10 metros cuando estoy tumbado en la playa mientras que de normal estoy más teniente que Franco cuando hacía la mili en África. Algún físico me sacará de dudas algún día. Y fue entonces cuando Peter (Pan) se incorporó y le preguntó a la del bikini mínimo qué estaba leyendo. ¡Qué grande! Siempre me ha admirado la gente sin vergüenza, capaz de iniciar cualquier conversación en cualquier sitio. Aunque esa admiración me duró poco. La segunda pregunta fue: "¿Y está bueno?". ¿Bueno? Bueno está un entrecot a la pimienta, o un dónuts o si te gusta que te entren por el garaje, un tío, si se me permite. Pero nunca un libro. A pesar de lo estúpido de su pregunta la chica le contestó amablemente, le dio dos besos cuando se le acercó y charlaron durante cinco minutos.
¿Moraleja? Aun no la tengo clara pero independientemente de que quedase como un mastuerzo le tengo que reconocer la virtud de haberlo intentando. Por cierto, yo me quemé una franja de la espalda en la que no me puse protector solar. Es lo malo que tiene ir solo la la playa...

1 comentario:

Feroz dijo...

sigo vivo, tío. Es que, no sé...