Tomo prestada la frase de Quique González para empezar este post. Se acaba para mí otro "verano de periódicos flacos". Cada vez más flacos, supongo. Y por primera vez en mi vida, no he viajado. Ni siquiera he disfrutado de una pequeña escapadita a Madrid. Sin duda este hecho ha provocado que éste haya sido uno de los perores veranos en los últimos años.
Entiéndase bien, ha habido buenos momentos como la excursión en velero a Tabarca, el día de tapas en Benidorm, el día de buceo en La Coveta, las comidas y cenas en ca'Dani y la boda de Ali... He disfrutado de la playa, del chiringuito y de las visitas de mi familia, de Pedro y Viru, de Javi... Incluso ha habido días grandiosos como el del Low Cost con Deivid, Noe y Gus o el día de la cápsula del tiempo con la pandilla casi al completo. Pero el verano empezó mal, me vi forzado a elegir las vacaciones partidas en julio y septiembre. Y lo que mal empieza mal termina.
No me gustaría volver a los tiempos en los que teníamos cierta inquietud con la llegada del otoño. Cuando teníamos ganas de desempolvar los jerseys y cuando volver clase suponía nuevos retos, proyectos y expectativas. Pero me gustaría volver a sentirme como entonces. Ahora mis proyectos más urgentes son terminar la tesis, a la que le he dado el empujón definitivo, conservar el trabajo y sacarrme un título para poder navegar el año que viene en un velerito. O sea, lo mismo que en los últimos otoños. Cada vez se me hace más difícil ilusionarme con algo nuevo. Puede que sea sólo un momento vital por el que atravieso o puede que a partir de ahora esto vaya a ser así siempre. Esperemos que no sea así y entre tanto, el objetivo es que sean más los días buenos que los días malos. Entre tanto, este seguirá siendo mi cuaderno de bitácora. Feliz otoño a quienes me seguís.
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